Teresa Matas: «Mi trabajo para mí es una búsqueda de mi yo, de lo que yo soy»

853

Niña activa, curiosa, valiente y con un punto de rebeldía…, Teresa Matas sigue con estos parámetros de personalidad bien interiorizados y bien presentes en su vida. Su vitalidad («creo en la bondad y en la risa, como me enseñaron mis padres», dice) no es impedimento para que en su etapa creativa posterior a la muerte de su hijo (2005) tenga en el negro el color protagonista absoluto. Interesada en el ser humano, ella misma se manifiesta tal como se siente en cada momento, y lo hace a través de su obra, singular y distinta. A lo largo de su trayectoria artística, Matas ha recibido reconocimientos importantes: Medalla de Honor del Ateneo de Maó (1987), Premi Ramon Llull del Govern de les Illes Balears (2005) y miembro de la Real Academia de Bellas Artes (desde 2017).

-¿Cómo se inició Teresa Matas en el mundo del arte?

-Esta es una pregunta que yo misma me hago continuamente. Entré en el mundo del arte de manera autodidacta por una necesidad de expresarme. Siempre he sido comunicadora, siempre me ha gustado comunicar: lo que siento y lo que me rodea, y lo hecho a través de mi obra. Yo creo que, a medida que nos vamos haciendo mayores, volvemos la mirada hacia atrás. Creo que fui siempre una niña con mucha curiosidad, siempre en movimiento. Vivíamos en Palma, y ​​con siete-ocho años salía a menudo a descubrir calles y lugares nuevos, siempre intentaba no aburrirme, pasarlo bien, y eso lo mantengo todavía hoy, aunque es difícil. También de muy niña, más que en las artes plásticas, entré en la música y la lectura, la palabra escrita. Algo que también me ha gustado siempre, como también a mi hermano, ha sido el cine, y supongo que eso me ha ayudado a la hora de hacer performances, por ejemplo. Poco a poco, todo lo que te ha ido alimentando a la vida, te va saliendo como artista, además de una manera natural y siempre muy sola. Fui madre ya de muy joven, y la familia siempre ha sido lo primero en el orden de prioridades (es lo primero que creamos mi marido y yo), y después ya venía el arte. Mi trabajo para mí es una búsqueda de mi yo, de lo que yo soy.

-Ha trabajado la pintura, el autorretrato, la escultura, la fotografía, el video-arte, la performance, la tela, el metal, el tejido… ¿Todas las posibilidades son buenas para comunicarse?

-Empecé con la pintura, de manera autodidacta. Yo aprendía mucho leyendo; la lectura era y es un mecanismo fantástico para aprender, para saber. En el arte yo siempre he hecho lo que he querido, lo que me ha dado la gana, y eso no siempre es bien recibido o aceptado. Primero salía al exterior y pintaba al óleo. Ya era madre, y quería expresar lo que sentía en la naturaleza. Después ya me encerré en el estudio para comenzar a comprar papel de embalaje blanco, a tenderlo y a pintarlo con motivos florales. Luego, a mediados de los ochenta, una amiga mía me hizo de modelo y la pinté, para empezar así mi trabajo con la figura, el rostro, los pechos… Representa, de alguna manera, que ella era yo. Era decir: ‘Soy mujer y estamos aquí’. A todo esto, me ayudó mucho que en los pueblos se celebraban muchos de certámenes artísticos, y gané unos cuantos. También gané el premio Salón Primavera del Ateneo de Maó, en 1987. Sin duda, fueron estímulos importantes para continuar trabajando y para decir: ‘No debo hacerlo tan mal’. En 1989 empecé a trabajar con una galería, tras pasearme con un papel bajo el brazo visitando unas cuantas para ver qué pasaba.

Después, en los años noventa, empecé una nueva etapa: me encuentro con la ropa, con piezas de tela, que yo tendería para poder trabajar encima. Aquí comenzó la obra tridimensional. De todos modos, haga lo que haga, siempre me pido un poco más, buscar una vía para encontrar yo misma la chispa de novedad, pero ya digo, no pensando en los demás, en si gustará o no, sino en mí misma. No me gusta, ni la busco, la perfección. Mi obra siempre tiene aquello de lo inacabado, de no perfecto, porque yo tampoco lo soy. Busco, como cuando era niña, estar en movimiento, que es lo más importante.

-En todo caso, ¿piensa que ha evolucionado su arte con los años? ¿Debe ser necesariamente así?

-Sí, evidentemente. Hay un antes y un después de la muerte de mi hijo, en 2005. Empecé a coger trozos de ropa negra y ponerlos en la pared, pero (eso sí) abriendo un agujero, para respirar… El trabajo me ha ayudado muchísimo ante un momento tan complicado y doloroso como aquel. Ahora mismo, estoy en una etapa en la que me pregunto: ‘¿Dónde irás, con esto?’ No lo sé, pero tengo necesidad. Estoy dentro del negro total; el color es el negro. Ahora cojo las telas (siempre ropa de casa) de colores varios y las convierto en piezas negras, y la verdad es que me asusta un poco lo que hago, porque siempre refleja lo que estoy viviendo. En todo caso, debo decir que veo dónde he llegado cuando miro hacia atrás y puedo poner perspectiva y distancia. En otros momentos, mi vida me llevaba a expresarme de otras formas. Como he dicho, me alimento de la vida como artista, lo que sientes, lo que te rodea, lo que miras, de las sensaciones y las emociones de cada momento. En este sentido, las performances me son útiles para expresar todo ello con mi cuerpo. Yo sólo las hago en momentos en que tengo necesidad, momentos puntuales y concretos, por ello mismo.

-¿Qué implica el carácter autodidacta de su obra?

-No me he sujetado a nada. ¿Qué es el arte? Comunicar, comunicación. Tú vas a un museo, te paseas, miras y en un momento dado te paras ante una obra concreta. Es porque aquella obra te dice algo. Como lectora, el género que más me interesa es el ensayo, porque es donde el escritor expresa lo que siente. En parte, creo que mi vida ha sido todo un ensayo, expresar lo que siento en cada momento, con una premisa muy importante: no engañarme. Vista con perspectiva mi obra, autodidacta efectivamente, me doy cuenta de que no he ido tan mal. Una de las satisfacciones más grandes que he tenido últimamente ha sido cuando una persona de nivel, venida de fuera y que no me conocía, en este caso Nekane Aramburu, me pidió hacer una exposición en Es Baluard. Que una persona como ella se me acerque y me haga esta petición es algo importante, para mí lo ha sido al menos. Por otro lado, como autodidacta, no he tenido las rivalidades que otros artistas han tenido entre ellos, por intentar superar al otro. A veces, buscando por internet, he visto trabajos de artistas similares al mío. No me sabe mal, porque pienso: ‘Estoy en el tiempo’.

-¿El mundo sería mejor con más artistas por kilómetro cuadrado?

-Seguro que sí. Esto lo puedes leer en muchos lados. El arte es una manera de aliviar el vivir, porque a veces la vida es complicada. Se le da poca importancia al arte en general a la sociedad por la importancia real que tiene. Entre otras cosas, esto ocurre en los medios. En el diario, lees muchas páginas de deportes o de política, y esto no ocurre con el arte: ya quisiera yo…

-Se ha dicho siempre que Teresa Matas es una artista feminista.

-Las exageraciones no me han gustado ni van conmigo. En todo, cuando nos pasamos de tamaño, no funciona. Soy femenina, soy una mujer y me defiendo si me atacan, claro que sí, siempre lo he hecho. Pero no he perdido energía en esta cuestión de demostrar que soy una mujer. Lo más fácil para mí habría sido ser ama de casa, cuidar de la familia y nada más… Pero he querido ir más allá, trabajar como artista, y nadie me ha regalado nada. Mi obra es la de una mujer luchadora y que va adelante. También hay que decir que la historia, a las mujeres, nos ha borrado.

-¿El trabajo para usted es un disfrute, una terapia, una obligación?

-Ni es una terapia ni es una obligación. ¿Un disfrute? No sabría qué decirte. Creo que es más una necesidad, como he dicho, igual que tienes necesidad de amar y ser amada. Es una necesidad muy personal. A veces, lo paso muy mal. Lo pasas bien dependiendo del tipo de trabajo que haces, en mi caso es una lucha, hay momentos en que sufro, cuando no te sale lo que quieres comunicar. La satisfacción, lo que te llena, es ser yo en plenitud, sin estar condicionada por el mercado del arte, que lo convierte en una mercancía.