150 años del tren de Marratxí

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Cuando el 24 de febrero de 1875 se inauguró la línea Palma-Inca, Mallorca dio un paso decisivo hacia la modernidad. En apenas unas décadas, el tren dejó de ser solo un medio de transporte para convertirse en el eje que estructuró barrios, fábricas y nuevas formas de vida. En Marratxí, esta transformación fue especialmente visible conviertiéndolo en un centro industrial. El ferrocarril no solo cambió la manera en que se movían personas y mercancías, sino que transformó profundamente la economía, la sociedad y el paisaje urbano. 150 años después de aquel primer viaje, el ferrocarril sigue marcando el pulso del municipio. 

Desde sus inicios, el tren representó una auténtica revolución: permitió a los marratxiners desplazarse por primera vez a pueblos aledaños regresando el mismo día a sus hogares. A mediados del siglo XIX, solo quienes disponían de carro y caballos podían permitirse el lujo de conocer otros núcleos, y siempre pernoctando a medio camino. El flujo constante de personas y mercancías generó nuevas oportunidades laborales y poder desplazarse a la capital impulsó el comercio agrícola y dinamizó las relaciones sociales. “La implantación de hasta 300 kilómetros de vía férrea a lo largo de la isla fue un gran avance. Aunque se tardase una hora en llegar, poder ir y volver el mismo día de Marratxí a Inca, era una maravilla, un milagro”, asegura Roberto Rueda, ingeniero de profesión y presidente del Club Ferroviari Vaporista de Mallorca, situado en Marratxí. 

Primera parada, Es Pont d’Inca

Tras recorrer 4 km desde Palma, la primera parada del trayecto hacia Inca fue Es Pont d’Inca, por lo que durante los primeros años, según el historiador Martín Rotger, fue el destino de muchos curiosos que se aventuraban a experimentar su primer viaje en tren. En este sentido, la compañía Ferrocarriles de Mallorca, constituida con capital exclusivamente mallorquín, estableció un servicio extraordinario los domingos y los lunes. Con el tiempo, Es Pont d’Inca se habría “convertido en sitio de recreo para los moradores de la capital” y atraía “una concurrencia numerosa los domingos y días festivos” según describe La Gaceta de los Caminos de Hierro n. 29, publicada en julio de 1875. Nicolau S. Cañellas, autor de La via del progrés, asegura que “el tren tuvo tanto éxito que tuvieron que poner trenes especiales en el Pont d’Inca” haciéndose valer de vagones de carga para transportar pasajeros a Marratxí. 

La estación original de Es Pont d’Inca consistía en un edificio de dos plantas idéntico al de la estación de Lloseta, que combinaba funciones operativas y de venta en la planta baja con la residencia del jefe de estación en la superior. Ante tal afluencia de pasajeros a los pocos meses la estación d’Es Pont d’Inca se amplió con la anexión de dos alas laterales. Según Rotger, mientras una servía de vivienda para los trabajadores de la estación, la otra se convirtió en sala de fiestas, donde llegó a haber una orquesta contratada por la compañía ferroviaria. 

La segunda estación de Marratxí, situada en Es Figueral, era prácticamente la única construcción de la zona, además de la pequeña iglesia de camino hacia la possessió de Es Caülls, ambas rodeadas por uno de los campos de higueras más extenso de Mallorca. La construcción, de 7 metros de ancho por 10 de largo, rompe con la homogeneidad de las estaciones de la línea ferroviaria, ya que inicialmente estaba prevista como apeadero para conectar los núcleos de Sa Cabaneta y Pòrtol con el servicio de ferrocarril, lo que pudo propiciar la llegada de visitantes durante las Festes de Sant Marçal. Según La Gaceta, originariamente tanto la estación de Es Pont d’Inca como la de Es Figueral no contaban con almacén para mercancías al considerarse apeaderos.

De apeadero a núcleo industrial

El fenómeno del crecimiento urbano ligado al ferrocarril encuentra en Palma y Marratxí uno de sus mejores ejemplos. La llegada del tren a Es Pont d’Inca no tardó en atraer a las primeras fábricas y pronto se instalaron algunas de las industrias más punteras de la isla.

Construída en 1881, la Harinera Balear, además de ser de las fábricas más modernas de España, contó con un ramal ferroviario propio que permitía transportar diariamente 40 toneladas de trigo y harina hacia el puerto de Palma. Su actividad cesó en 1895, pero marcó un precedente: la estación se consolidó como centro logístico para industrias de diversos sectores, según el investigador Ramón Molina de Dios, autor de El ferrocarril y la articulación del espacio económico de Mallorca (1875-1950). Aunque fue demolida en 1915, su chimenea aún sobrevive como símbolo industrial, en las actuales instalaciones de Bodegas Suau. Otro emblema industrial que también contó con ramal propio desde la estación de Es Pont d’Inca hasta el interior de la misma fábrica fue Industrias Agrícolas de Mallorca S.A., fundada en 1931 tras la fusión de tres destilerías, dos de ellas de Marratxí. La Fàbrica de Ses Llistes, creada en 1923 con el nombre de Ca’n Rul.lan, aprovechó el ferrocarril para mover mercancías desde el Camí de Sa Cabana hasta 1972. 

El declive del ferrocarril 

A partir de los años 60, el auge del turismo y del transporte por carretera, además de los intereses de las compañías de autobuses, supusieron un duro golpe para el ferrocarril, que fue muriendo poco a poco. El Ferrocarril de Vía Estrecha Español se hizo cargo para evitar la debacle total, ya que iba a cerrar por completo. Muchas líneas fueron clausuradas, incluidos los ramales industriales. El desmantelamiento fue tan severo que incluso se perdieron locomotoras históricas. El presidente del Club Ferroviari Vaporista de Mallorca, Roberto Rueda, lo explica así: “Desgraciadamente, la mayor parte de las vías se perdieron y, lo que es peor, sin posibilidad de recuperación. De 350 kilómetros de vía nos quedamos con solo 30. Se cerraron líneas, se vendieron todos los terrenos,… por el precio del metal se desguazaron casi sesenta locomotoras de vapor, cientos de vagones se quemaron y hoy en día no queda nada. Fue una pérdida irreparable teniendo en cuenta que Mallorca tuvo una densidad de ferrocarril superior a la de muchos países. El ferrocarril tuvo técnicos mallorquines que eran capaces de construir sus propias locomotoras de vapor, no comprarlas y montarlas, sino construirlas desde cero. Muy pocas compañías férreas lo han podido hacer”, concluye. Solo la línea Palma-Inca logró sobrevivir gracias a su elevada demanda de pasajeros.

Recuperación y modernización

Con la transferencia de competencias al Govern Balear y la creación de Serveis Ferroviaris de Mallorca (SFM) en 1994, se inició una nueva etapa. Se reactivaron estaciones y se crearon nuevas para atender el crecimiento urbano: Es Pont d’Inca Nou y Polígono de Marratxí (2001), Es Caülls (2007), vinculada al Festival Park, y se hizo un lavado de cara al apeadero de la estación de Marratxí – Es Figueral. Estas nuevas estaciones reflejan el papel estratégico del municipio como puerta de entrada al Pla de Mallorca y como conector entre la capital y los núcleos periféricos. 

Mirando al futuro

En junio de 2025 SFM ha comenzado la remodelación de la estación de Es Pont d’Inca, con mejoras en cubiertas, tornos y andenes para mayor comodidad del usuario y revalorizar el espacio patrimonial. A medida que Marratxí crece como municipio residencial y empresarial, el tren se posiciona como la opción de transporte más eficiente, ecológica y sostenible. Para conmemorar el 150 aniversario de ese primer viaje en ferrocarril el Ajuntament acogerá la exposición itinerante que llegará próximamente a Sa Redinadora. El presidente del Club Ferroviario Vaporista de Mallorca, Roberto Rueda, también impartirá una charla sobre la historia del ferrocarril enmarcada en el programa Cultura a la Fresca del mes de julio.

Con más de un siglo y medio de historia, el tren no es solo un medio de transporte para los marratxiners. Es la columna vertebral sobre la que se ha articulado la vida económica, social e industrial de Marratxí.