EL ‘SIURELL’ DEL FARAÓN

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Viajar por placer es una actividad que reporta muchos beneficios a quien los protagoniza. Nuevos paisajes, nueva gastronomía, nuevas amistades y, ¿por qué no ?, también la posibilidad de un ‘descubrimiento’ curioso… Este es el caso que vivió el marratxiner Roberto Rueda Plasencia, con motivo de un viaje a Egipto, que (mira por dónde) le llevó el pensamiento a Marratxí y a su elemento más identitario: el siurell. Este es su relato, en primera persona.

Historiadores y arqueólogos han venido desde siempre intentando recomponer las piezas de la historia, aunque afortunadamente, diría yo, muchas cosas siempre mantendrán el halo del misterio de sus orígenes para alimentar la página de la imaginación y el debate.

Viene bien al tema el ejemplo de nuestras queridas xeremies baleares, instrumentos aparentemente únicos y hasta insólitos en nuestro entorno Mediterráneo, y cuya procedencia es cuanto menos incierta a pesar de las siempre respetables opiniones.

Pero vayamos ahora a Egipto, país de historia cuasi infinita y que pude visitar a fondo por primera vez hace ocho años, siendo una de las citas obligadas ver su museo del Cairo. Durante el corto período de una visita a cualquier gran exposición, la capacidad mental de retención visual queda sobrepasada por el continuo torrente de información, en este caso de estatuas, piedras y miles de otros objetos históricos que llenan sus interminables salas.

En una de ellas, casi por casualidad, y medio ocultas dentro de una vetusta vitrina abarrotada de otros objetos milenarios, descubrí unas pequeñas vacas de cerámica que inmediatamente me hicieron pensar en el punto de partida de mi viaje, y que no es otro que Marratxí, mi muy querido municipio de adopción.

Pero lo mucho que ver y el poco tiempo disponible solo permitieron dedicarles un breve vistazo, lo que unido a la prohibición de hacer fotos relegó aquel curioso hallazgo a un fugaz recuerdo que sin embargo siempre perduro en mi cabeza hasta el presente, cuando tuve la fortuna de repetir el viaje y hacer una nueva visita al citado Museo.

Pero esta vez, y con el debido respeto a Ramsés y a otras famosas figuras, dediqué bastante tiempo a buscar mis vacas, y aunque ya temía no encontrarlas o que hubiesen desaparecido durante el saqueo que el Museo sufrió en la revolución de 2011, por fin, las vi: dos recostadas en el suelo, mientras el otro par pastaba tranquila y eternamente la invisible hierba.

Esta vez, y aún a fuer de romper las reglas, si hice muchas fotos con la alegría de haberlas encontrado, pero para de nuevo sentir esa sensación inevitable de Marratxí.

Y es que son unas deliciosas figuritas de terracota, pintadas de cal blanco mate, y cubiertas de pequeñas pinceladitas verdes y rojas, con el mismo color, cadencia y separación que el más clásico de nuestros siurells marratxiners.

Lo cierto es que, aunque carezcan de xiulet, nunca antes había visto algo tan parecido, hasta el punto de que cualquiera juraría que, o bien están hechas en la Isla, o es que en Mallorca las importamos secretamente de algún viejo y olvidado alfarero del Nilo.

Y es aquí donde sin ánimo de polémica comienzan las conjeturas, y uno no puede evitar plantearse toda una serie de preguntas, ya que si por ejemplo, algunos afirman que las xeremias vienen de la India, ¿por qué no los siurells de Egipto que esta mucho más cerca, y su desarrollada cultura es muy anterior a la nuestra?

Y aunque hay respetables opiniones sobre otros orígenes, no dejan de ser solo palabras, mientras que aquellas figuras, separadas por algunos miles de años, son pruebas tangibles y casi idénticas.

En cualquier caso la certeza absoluta siempre quedará dentro de esa poética parcela de misterio que citábamos al principio del artículo, pero la realidad  es que son tan hermosas y “siurelencas”, que se hace muy difícil no caer en la tentación de pensarlo, sin tampoco olvidar que proceden de ese crisol maestro en civilizaciones y común en cultura y ancestros, y que no es otro que nuestro querido y viejo Mare Nostrum, camino que desde siempre al final todo lo baña y todo lo une.