Juan Torrecillas Font tiene 36 años. Un buen día, en 2011, dejó Marratxí para emprender una nueva etapa vital y profesional en Dublín (Irlanda) como ingeniero informático. Reivindica la importancia de salir en ocasiones de la zona de confort, pero ahora se siente totalmente integrado y valora la estabilidad del momento. Entre otras cosas, dice añorar los helados y granizados de almendra.
-¿Por qué elegiste este destino?
-Fue una sucesión de hechos. A los 20 años, cuando empecé a viajar, me empezaron a interesar mucho los países del norte de Europa y de habla inglesa. Una estancia de tres semanas en Londres me confirmó que yo encajaba en aquella sociedad. Y con 24 años estuve un año entero en Estocolmo de Erasmus; también estuve muy a gusto. Después, me pregunté: ¿qué hago? Pasé tres años en el Parc Bit, y con esta experiencia me surgió a través de unos contactos la posibilidad de venir a Dublín. Y aquí estamos desde 2011.
-¿Cuál es la principal diferencia con respecto a la vida que llevabas en Mallorca?
-Siempre digo que la rutina de lunes a viernes es la misma a un sitio y al otro: te levantas temprano, ir al trabajo, detener para comer, volver a trabajar, hacer un poco de deporte o mirar la televisión … Eso sí, aquí no hago uso del coche para visitar la ciudad sino que coger el tren. En el apartado de comida, el plato caliente lo como por la tarde y el ‘pa amb oli’ el mediodía, contrariamente a como se hace en Mallorca. En los fines de semana sí hay más cambio; vas a un parque, aquí tienes playa, pero no es lo mismo, claro, sobre todo por el tiempo. La tarde sueles compartir con gente más tomando una copa que comiendo. Podemos decir que drásticamente no ha cambiado demasiado mi vida.
-¿Qué es lo que más echas de menos de lo que tenías en Marratxí?
-De Marratxí me gusta, por ejemplo, que cualquier día del año puedes salir a correr o dar una vuelta casi a diario, porque el tiempo lo permite. Es lo que hacen diariamente mis padres, que viven en Pont d’Inca Nou, sin preocuparte por si lloverá o nevará. En cuanto a la gastronomía, en Marratxí puedes comer un menú por un precio asequible. Aquí, en Dublín, puedo mantener una dieta de calidad, pero a un coste considerable y cocinando en casa. Y si sale el sol media hora, debes aprovechar esa circunstancia.
-¿Qué es lo mejor y lo peor de vivir fuera de casa?
-Las ventajas son las derivadas de la libertad que tienes para diseñar tu vida en todos los sentidos, socialmente, en el trabajo. Todo lo que consigues es gracias a ti, y eso es muy gratificante, nadie te regala nada. Por otra parte, también estás en un destino que tú mismo has elegido. También es bueno aprender un nuevo idioma, aprender una nueva cultura, ganas en empatía. ¿Aspectos no tan positivos? Cuando estás fuera de casa y vives situaciones adversas, no es que estés solo, pero es verdad que no tienes al lado ni la familia ni los amigos. También echas de menos tus pequeñas cosas, como por ejemplo el helado o el granizado de almendra. Pero tienes que aceptar y asumir que estás fuera de tu zona de confort.
-¿Tienes idea de volver a vivir en Mallorca? ¿En qué plazo?
-Es la pregunta que me hacen siempre mi madre y mi abuela. Es como un boomerang. Claro que sí. Ahora mismo es complicado a corto plazo: mi novia es irlandesa, los dos tenemos trabajo aquí, etc. Pero seguro que llegará el momento. En todo caso, en la actualidad, uno o dos meses al año vengo a Mallorca, para disfrutar de la gastronomía, del clima y, sobre todo, de la gente.