Mª del Mar Amengual: «La rehabilitación de Sa Refinadora sería una gran oportunidad para el Pont d’Inca»

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Maria del Mar Amengual es una marratxinera que, con 25 años, acaba de graduarse en Arquitectura en la Universitat Politècnica de Catalunya. El proyecto de final de grado lo dedicó a redefinir y rehabilitar un espacio emblemático para el Pont d’Inca: Sa Refinadora. Se imbuyó de su historia y de su peso histórico, y su trabajo (valorado con un nueve) pretende darle un nuevo enfoque pensando no solo en el Pont d’Inca, sino también en Marratxí y en Mallorca.

-¿De dónde te viene la afición por el mundo de la arquitectura?

-De niña, a mí no me encontraban jugando, sino dibujando o pintando. El hecho de que siempre viera a mi madre, que es decoradora, con papeles y planos arriba y abajo y dibujando todo el día, me debía influir de alguna manera. Creo que la de arquitectura es un trabajo muy guapo y agradecida, ya que creas espacios para las personas y el hecho de que un edificio perdure en el tiempo hace que lo puedan disfrutar varias generaciones, que cultivarán recuerdos dentro de estos espacios para siempre. Y eso para mí, es lo más gratificante. Al final todos vivimos dentro de arquitectura. Este concepto de la arquitectura siempre lo he tenido presente. En definitiva, siempre tuve claro que esto era lo que quería hacer, el trabajo al que me quería dedicar.

-¿Qué es lo más importante que has aprendido en el grado?

-El grado son cinco años y un sexto para el proyecto final. Yo, en el proyecto, invertí un año, pero terminé un año más tarde porque compaginé distintos cursos con trabajo. Ahora hay más posibilidades en el mercado, pero hace un tiempo no era tan así y consideraba que cuanto más currículum tienes, más posibilidades tendrás también, al menos a priori. En todo caso, lo más importante que te da el grado es a conocer los recursos que puedas tener a tu alcance y a usarlos adecuadamente para resolver las situaciones y los problemas que se te puedan plantear en cada momento. A hacer un proyecto, no te enseñan porque no hay normas, ni tampoco a utilizar programas o a hacer maquetas, tienes que ir aprendiendo tú misma.

-Empezaste el grado en plena crisis. Eres una valiente…

-Bueno, no sé hasta qué punto… Lo cierto es que empecé el grado en 2012. Recuerdo que un profesor, los primeros días de clase, nos dijo: ‘Vosotros obra nueva haréis poca, pero en cambio tendréis mucho trabajo para arreglar los desastres que se han hecho durante todos estos años ‘. Realmente, en el boom de finales del noventa y principios del 2000, te explicaban que los despachos de arquitectura no daban abasto. Todo se hacía deprisa y mal. Por otra parte, la crisis también ha hecho que el arquitecto sea una figura no solo capacitada para hacer casas -como se pensaba años atrás- sino muchas más cosas. Así, desde este punto de vista, la profesión se ha enriquecido. Ahora todos somos conscientes de que tenemos un parque de inmuebles construidos muy amplio y que, en muchos casos, requieren rehabilitación. Es decir, también es una fuente de trabajo para nosotros. Como dice Carles Oliver, del IBAVI, ‘hemos de entender las ciudades como las canteras del siglo XXI. No hace falta ir a buscar las piedras, porque ya las tenemos puestas’.

Antes de mi entrada en la facultad, la nota de corte era un diez; y ahora es un cinco. La gente ha dejado de cursar Arquitectura. El otro día lo hablaba con un amigo: hoy en día, si quieres tener mucho trabajo y ganar dinero, tienes que dedicarte a la tecnología o las finanzas. Particularmente, mis padres no me dijeron nada, pero sé de compañeros que tenían a la familia muy preocupada porque empezaban a hacer Arquitectura con el panorama tan malo que había entonces. Al final, lo que importa es que hemos sacado la parte positiva de todo esto.

-Un componente que siempre ha ido muy asociado a la arquitectura ha sido el de la responsabilidad.

-Al final cuando un arquitecto dirige una obra, toda la responsabilidad del momento de la obra y de lo que le pase al edificio en el futuro es suya. Con la crisis los profesionales han tenido que rebajar sus honorarios para poder seguir trabajando, pero creo que no somos conscientes de que el arquitecto es una persona con un grado de responsabilidad muy elevado, y no solamente porque debe garantizar la seguridad de los edificios, sino porque debe garantizar que las ciudades, las escuelas, las casas, en definitiva, el entorno donde vivimos, sea el más adecuado para todos.

-El proyecto de final de carrera que has presentado este verano fue sobre Sa Refinadora del Pont d’Inca. ¿Por qué?

-Hace años veinte años que vivimos aquí el Pont d’Inca. Como yo, de niña, iba a la escuela en Palma cada día pasaba por delante; además el ‘club d’esplai’ donde también iba estaba allí mismo. Nunca había entrado, pero era un edificio que me suscitaba interés y pensaba que era una pena que siempre estuviera cerrado. Si a esto le añadimos el interés que yo siempre he tenido para proteger el patrimonio, ya tenemos la resultante: decidí que la rehabilitación y reestructuración de Sa Refinadora sería el objeto de mi proyecto de final de carrera. Fui al Ayuntamiento, y la arquitecta, Caridad Umarán, me dejó los planos y me animó, pero también me vino a decir: ‘¿Ya sabes dónde te metes?’ El primer día que entré entendí la frase, dada la magnitud del edificio.

-¿Qué enfoque le das a Sa Refinadora en tu proyecto?

-Una vez tuve visitado el edificio y después de haber estudiado la historia y el significado de Sa Refinadora (si se hizo donde se hizo fue porque llegaba la vía del tren, que tenía conexión directa con el puerto de Palma, que era el camino hacia la exportación a todo el mundo de productos derivados de la algarroba), me convencí de que esta rehabilitación del edificio lo transformaría en una gran oportunidad para el Pont d’Inca y, de hecho, para todo Marratxí, sobre todo teniendo en cuenta que, desde 2015, es público porque el Ayuntamiento lo adquirió. Aunque quizás no es una vertiente tan visible, la Arquitectura también puede mejorar nuestro entorno.

Al empezar el proyecto observé que Sa Refinadora tiene una ubicación privilegiada. Si tomamos el mapa de Mallorca, observaremos que está encima de unos ejes muy importantes: por un lado, está situado sobre la antigua carretera de Inca, que en aquel tramo es la avenida de Antoni Maura, y, por el otro, encontramos las vías del tren, que conectan Palma con algunos de los municipios más importantes de la isla. Además, también podría integrarse dentro del proyecto del futuro Parque Territorial del Torrent Gros, que el Consell de Mallorca hace años que tiene en mente. Esta situación metropolitana le permitiría ser un enclave estratégico en el conjunto de Mallorca ya que sería un lugar de fácil llegada para mucha gente.

Y ya mirando más lo que es el Pont d’Inca, noté varias carencias que a través de Sa Refinadora se podrían mejorar. Como por ejemplo que el núcleo del Pont d’Inca no tiene prácticamente ningún espacio verde, que el recorrido hasta la estación de tren no es accesible y que la misma estación queda medio escondida entre edificios y descampados. Por eso, lo primero que quise hacer fue crear un sistema de pequeñas plazas y espacios verdes, aprovechando los espacios sin uso que hay alrededor de Sa Refinadora y junto a las vías del tren, donde se proyecta un paseo que sale de la fábrica y se une con la estación, recreando así de alguna manera la fuerte relación que fábrica y tren tuvieron en el pasado. El hecho de abrir Sa Refinadora al público, con el gran patio central y el paseo de las vías, hace que el conjunto dote al Pont d’Inca de unos nuevos flujos y de unos nuevos espacios que, creo, serían muy beneficiosos para sus habitantes.

-¿Qué áreas has proyectado en el interior del recinto?

-Pensando en un programa de usos, y teniendo presente lo que he explicado, los espacios se concibieron para que, por un lado den servicio diario para la ciudadanía del Pont d’Inca y, por otro, también contemplan actividades que muevan la gente de fuera a acudir. Por lo tanto, integraría la biblioteca, la Escuela de Música (son centros que actualmente tienen dificultades de espacio y de confort), también un ‘espai jove’ (aprovechando el patio interior grande), una cafetería (que en estos recintos siempre se hace necesaria y suele funcionar muy bien), un coworking (no hay ninguno en Marratxí y, por tanto, haría falta). Y el espacio estrella sería un auditorio. Es un espacio que siempre he pensado que le falta a nuestro municipio: las hay mucho más pequeños que nosotros, caso de Lloseta, que lo tienen. En Marratxí, tenemos muchas entidades y asociaciones que la usarían, empezando por la misma Banda de Música; también sería útil para representaciones teatrales, conferencias, entregas de premios, etc. Debemos tener en cuenta que Sa Refinadora tiene unos 5.000 metros cuadrados, que, como se puede constatar, dan mucho juego.

-¿Qué nota obtuviste por este trabajo?

-El tribunal, integrado por tres miembros, me puntuó con un nueve; la exposición fue el 17 de julio. Solo empezar el proyecto decidí que me tenía que tomar como una oportunidad para hacer algo de provecho, y eso pasa no solo por rehabilitar un edificio en mi pueblo y mejorar su entorno, sino que, por ejemplo, he contemplado que todos los materiales, en la medida de lo posible, fueran ecológicos y que la eficiencia energética estuviera también un puntal destacado.

Creo que el punto fuerte de la presentación fue el momento en que expliqué que la mayoría de materiales serían de km 0 y que la estructura global sería de madera. Para los acabados, pensé en materiales que fueran a la isla: todos los pavimentos exteriores son de cerámica (¡estamos en la ‘terra del fang!) Y los cierres nuevos se forman a base de bloques de celosía de hormigón que se hacen en la isla (Mallorca es uno de los lugares con más producción de bloques de hormigón de España), con lo que ayudaríamos a dinamizar la economía local. Mi última frase de la exposición fue que había hecho este proyecto así porque así es como entiendo la arquitectura, vinculada hacia la rehabilitación, hacia la ecología y hacia el producto local, porque creo que es hacia aquí hacia dónde debe ir la arquitectura del futuro.

Era la primera vez que estaba realmente satisfecha y orgullosa de mi trabajo, ya que soy bastante perfeccionista. Y que después de dedicar entre diez y 12 horas diarias de biblioteca te pongan un nueve, más motivo aún para estar contenta del trabajo hecho.

-Y ahora, una vez con el grado y el nuevo del proyecto final, ¿qué hará la arquitecta María del Mar Amengual?

-En septiembre empecé a trabajar en un despacho de Barcelona especializado en proyectos de rehabilitación. Me hace mucha ilusión especializarme en este ámbito. A partir de aquí, ya iremos viendo. La gente joven en general está acostumbrada a no hacer planes sino a vivir el día a día y a reinventarse, si hace falta.