Las bodas de oro que Miquel Jaume ha cumplido con La Unión le han servido para conocer y tratar a todo tipo de gente. “He aprendido psicología sin haber estudiado. Es agradable conocer diferentes tipos de persones. Estoy orgulloso de tener la clientela que tengo”.
La Unión, como la pròpia economía isleña, ha pasado por etapas muy diferentes en estos cincuenta años. Miquel tiene claro cuáles han sido las etapas más duras. “Las crisis económicas, sobre todo la de los 80, y la incertidumbre de la pandemia”. La crisis desatada el marzo de 2020 con el confinamiento y las continuas restricciones sociales penalizaron mucho a la restauración. “Sobrevivimos con mucha paciencia y gracias a los ahorros para aguantar los meses que tuvimos cerrado”.
La Unión siempre ha sido un negocio familiar. “Empecé ayudando a mis padres junto con mi hermana, y al conocer a Antonia, mi mujer, ella también se incorporó al negocio. Ahora mismo trabajamos ella y yo”. La Unión continuará siendo un negocio familiar porque cuando Miquel y Antonia se jubilen en diciembre cogerán el relevo su hija Laura y su yerno. “Tengo ganas de disfrutar de un poco de tiempo libre, de poder ir de excursión y disfrutar con mi mujer, ja, ja, ja”.
Más facilidades
Miquel se marcha pidiendo a las administraciones “ser algo menos estrictas con las normativas y facilitar un poco la vida a los autónomos y pequeños negocios”.
La Unión debe su nombre a que en sus inicios funcionaba como restaurante de celebraciones. Estaba especializado en bodas, comuniones, bautizos, y todo tipo de celebraciones sociales y familiares. “Mi madre, Magdalena, se encargaba de hacer el chocolate en el homenaje a las personas mayores durante las fiestas de Sant Marçal. La Unión también contaba con sala de baile, club de ajedrez, piscina con servicio de bar, etc. Durante muchos años tuvimos también un club de dardos que se llamaba “Jagger’s”.
Clientes más estresados
Actualmente, La Unión se ha especializado en el servicio de bar, en desayunos y almuerzos. “Sobre todo con los llonguets tan buenos que prepara mi mujer”, presume Miquel. Unos almuerzos donde todos los clientes tienen prisa y donde Miquel y Antònia van de un lado a otro de la barra mientras despachan sin parar de servir cafés y bocadillos. Un estrés que Miquel reconoce como un signo de estos tiempos. “Por un lado, ahora la gente va más estresada, vivimos en un mundo donde todo va muy rápido. Pero, por otro lado, también parece que la gente lleva una vida más saludable y ha disminuido el consumo de alcohol. En cambio, ha aumentado la demanda de zumos e infusiones”. Miquel explica que en La Unión, como en muchos bares, la clientela se amontona en muy poco espacio de tiempo. “A veces todo el jaleo llega de golpe y cuesta dar un buen servicio, tal como te gustaría. Nos sabe mal no poder dedicar más tiempo a nuestros clientes y dar un trato más familiar”.
La Unión presume de tener una clientela fiel, tanto del pueblo como de los alrededores. “Aunque no sea un pueblo con un gran movimiento, mucha gente viene a almorzar, sobre todo del Ayuntamiento, y de los pocos comercios que tenemos alrededor”. La Unión no funciona exclusivamente como un bar al uso. También presta servicio como administración de Lotería. Un factor decisivo para la rentabilidad del negocio. “Mi padre, cuando llevaban el Café nou ya empezó con el servicio de lotería en 1958. Es un buen complemento al bar y un servicio para los clientes del pueblo que, de este modo, ya no tienen que desplazarse”.
Buen momento
Miquel y Antonia admiten que el negocio funciona bien. “Ahora es un buen momento, más adecuado a nuestra edad. Los tiempos en que funcionaba como restaurante, o bien cuando realizábamos torneos de dardos también fueron buenos, pero ahora ya no estamos para tanta marcha. ¡La próxima generación, si quiere, ya lo hará!, sentencia Miquel.
En diciembre Miquel y Antonia saldrán de La Unión como jubilados. Atrás quedará medio siglo de preparar bocadillos, cafés y de despachar billetes de loteria y apuestas. La Unión cerrará una etapa para abrir otra. Miquel Jaume reconoce que echará de menos “a algunos clientes que se han convertido en amigos, pero espero continuar viéndolos”. Será ya como jubilado. Y cuando regrese a La Unión lo hará como cliente de su hija Laura.