«Volver a casa es volver a mi esencia»
Nacida en Es Pont d’Inca (Marratxí, 1984), Agnès Llobet es una de las creadoras más singulares de Baleares. Actriz, poeta y dramaturga, ha desarrollado una trayectoria entre Mallorca, Barcelona y Madrid que combina compromiso, riesgo y raíces. Actualmente compagina el rodaje de Sueños de libertad, una serie diaria de Antena 3 en la que interpreta a Gema Azcona, con nuevos proyectos de escritura y creación teatral que mantienen viva su mirada crítica y poética. Hablamos con ella sobre lo que supone volver a la isla, crear desde esta tierra y mantenerse fiel a una voz propia.
¿Agnès Llobet es una actriz que escribe o una poeta que actúa?
Diría que soy actriz de origen, pero la palabra siempre me ha llamado. En casa, la lectura y la expresión siempre han sido esenciales; de niña recitaba poesía encerrada en el baño, entre lágrimas y espejos. Mi primer impulso era escénico: recitar, comunicar, sentir un auditorio invisible. Con los años, la palabra quiso crecer, expandirse: poesía, narrativa, dramaturgia, guion… Como si cada ángulo nuevo fuera otra manera de habitar la voz. Pero la raíz es la actriz. Y siempre digo que actuar es estar al servicio de algo más grande que una misma.
Un antes y un después en tu carrera…
Hablaría de tres personas clave que me han impulsado a dar saltos de crecimiento como actriz: Emilià Carilla, Joan Carles Bellviure e Iñaki Peñafiel. Tres directores que ampliaron mi mirada artística, mi lenguaje interpretativo, mi relación con la escritura e incluso la percepción que tenía de mí misma en términos artísticos. A los tres les agradezco de corazón lo que me han enseñado.
Tus papeles suelen tener mucha carga social o femenina…
Elegir es un privilegio en nuestro oficio. Pocos pueden hacerlo. Pero sí creo en la valentía de decir que no. Yo, cuando lo he hecho, nunca me he arrepentido. También creo que, cuando dices que sí, has de defenderlo con todo. Muchas veces no he podido elegir, pero intento que cada proyecto resuene con mis valores. Cuando eso ocurre, el oficio se transforma en misión.

Y de los papeles que has hecho, ¿cuáles han sido los que más huella te han dejado y por qué?
Claramente destacaría dos. La sonata del silencio fue uno. Era un personaje secundario muy oscuro, pero lleno de matices, con mucho espacio para crear desde la intuición. Me exigió encontrar luz en la oscuridad, humanidad en el duelo. Iñaki Peñafiel fue el mejor director que podría haber tenido en ese momento tan mágico como fue mi primer prime time nacional; me dio mucha libertad creativa, y eso lo viví como una gran muestra de confianza. Me sentí escuchada, respaldada. El segundo fue Amor de cans. Venía de estar un tiempo en Madrid, pasé el casting y pude hacer un personaje que era un caramelo: poético, excéntrico, la conciencia de los demás. Quise interpretarlo de forma coherente con una realidad mental distinta: sutilmente dentro del espectro Asperger, para que fuera una presencia desajustada pero
más lúcida que el resto.
Tus raíces mallorquinas atraviesan tu obra, tus versos y tu manera de entender la interpretación. ¿Cómo se manifiesta la isla en tu trabajo?
De entrada, por la necesidad de ser multidisciplinaria: aquí hacer una sola cosa no basta para vivir. La dificultad de sostener proyectos te hace resistente, pero también creativa, espontánea. Mallorca —y en general las islas— tiene esta dualidad entre la calma y la tensión. Y de esa contradicción nace una creatividad honesta, menos contaminada. Te impulsa a seguir adelante por instinto, con confianza interior: «Lo hago, confío en ello. Constante».
¿Hay alguna figura mentora o una experiencia temprana que fuera determinante?
Leona Di Marco. Fue clave para varias generaciones de artistas en Baleares. A pesar de su trayectoria internacional (trabajó con Arthur Miller), no fue suficientemente reconocida. En su escuela de teatro empecé de niña, y me marcó profundamente. Era una directora italoamericana con una sólida carrera teatral en Estados Unidos. Fundó el Centre Dramàtic Di Marco en Marratxí y formó a actores, dramaturgos y directores con una mirada exigente y vanguardista.
¿Cuáles son los retos de esa dualidad isla–gran ciudad?
El regalo es mantenerte activa dentro y fuera, pero es muy exigente. Años viajando cada semana entre Madrid y Mallorca. Has de hacer mucho trabajo invisible para mantener abiertas las ventanas creativas..
¿Cómo ha sido tu vida reciente combinando rodajes, maternidad, escritura y vida personal?
Una locura creativa y un ritmo vertiginoso: nos mudamos a Madrid cuando nuestra hija tenía un año y medio para rodar una serie diaria y, al mismo tiempo, terminar una novela con fecha de entrega. El agotamiento ha sido absoluto, pero también muy creativo. Cuando estás tan cansada caen los filtros, te vacías y aparece lo crudo y sincero. El personaje de la serie creció de la misma manera: aquí y ahora, intuición y
propuesta. La maternidad me ha dado una necesidad enorme de crear, una forma de volver a mí después de haber dado tanto para hacer crecer una nueva vida. A pesar del cansancio, ha sido una etapa intensamente fructífera e inspiradora.
¿Qué mensaje te gustaría dar a las jóvenes creadoras que, como tú, parten de una isla soñando con triunfar?
Lo primero es tener claro qué entiendes por «triunfar». Debes saber qué esperas de este oficio, porque es un oficio con muchos oficios dentro. Lo que a mí me llena puede que a ti no. Encuentra tu camino. Fórmate, no te conformes, cuestiónalo todo, constantemente. Busca maestros, viaja, construye. No pienses en pequeño o grande: piensa en profundidad. Y sobre todo, entiende que esto es una carrera de fondo. Habrá días de luz y días de sombra. Trabaja para cultivar prestigio, no fama.
