Agnès Llobet: «Vivo un momento maravilloso, pero soy consciente de que todo esto es muy frágil y que todo cambia muy rápido»

1915

Agnès Llobet decidió desde muy niña que quería dedicarse a la interpretación. Se inició en el Centro Dramático di Marco. Aplicada, disciplinada y perseverante, Llobet vive desde hace unos años en Madrid, donde está triunfando con series televisivas de éxito. Pero nada es gratuito, y ella, con 34 años, sabe de dónde viene, qué quiere y quiénes son aquellos que siempre han estado a su lado. Por eso mismo, no olvida sus orígenes, con referencias constantes a la figura de Leona di Marco. Reivindica que es de Pont d’Inca (no Pont d’Inca Vell) y que lo importante en su profesión es saber «qué historia contamos y al servicio de qué estamos».

-¿Cómo fue su infancia en Marratxí? ¿Cuáles son los primeros recuerdos? ¿Era una estudiante aplicada?

-De niña, fui a la escuela en Sant Pere, en Palma, y ​​mis amigos eran de allí. Eso sí, recuerdo que desde los ocho años y hasta los 15 bailé ball de bot en Marratxí, concretamente con la escuela de Aires des Pla. El vínculo más fuerte con Marratxí fueron mis inicios, haciendo teatro, en el Centro Dramático di Marco. ¿Estudiante? Sí, la verdad es que siempre fui una estudiante de dieces, me gustaba.

-¿De niña, ya actuaba? ¿Cómo y cuándo decidió dedicarse a la interpretación?

-Yo nunca pensé en ser otra cosa que ser actriz, aunque en mi casa no había antecedentes. Mi madre (eso sí) era muy aficionada a la escritura, a la poesía y la lectura, no tanto al teatro. Recuerdo que un día viendo una actuación en la plaza de España de Palma le dije que quería subir al escenario: tenía cinco o seis años. Es decir, ya de niña supe que quería ser actriz: a los ocho años empecé aquí en Pont d’Inca, con el Centro Dramático di Marco, del que guardo un magnífico recuerdo. Leona di Marco me hizo sentir muy realizada, nos enseñó a ser profesionales, a contar historias… De hecho, ella creó la red de actores y actrices profesionales de Mallorca y de las Islas, sin duda. Es difícil hacerle justicia a todo lo que ella nos dio, quería quedarse en la isla, pero finalmente tuvo que regresar a Estados Unidos. Recuerdo frases como «Enjoy to be a child again» (Disfruta de volver a ser un niño de nuevo). Nos hacía entender la interpretación como un descubrimiento, de alguna manera como los filósofos. Yo esperaba con ansia que llegara el sábado por la mañana, que es cuando nos encontrábamos y aprendíamos de todo. Porque hacíamos eso: no sólo jugábamos sino que aprendíamos. Por cierto, quiero reivindicar que este núcleo es Pont d’Inca, y no Pont d’Inca Vell como dicen algunos. El Pont d’Inca Nou llegó después, pero aquí es Pont d’Inca.

-¿En qué momento profesional está ahora Agnès Llobet?

-Profesionalmente, me va todo tan, tan bien, que no quiero que se rompa. Soy consciente de que todo esto es muy frágil y que todo cambia muy rápido. Por lo tanto, yo, que soy de pensar siempre en el mañana, me estoy acostumbrando a vivir el momento y punto, para disfrutar como toca. Estoy en un momento maravilloso, los círculos de confianza en Mallorca están muy consolidados y eso me hace estar muy feliz. Al mismo tiempo, también me estoy afianzando en Madrid. Soy como una hormiguita, constante, perseverante, voy haciendo camino. En nuestra profesión hay cosas que se pueden pervertir muy rápidamente, todo puede ser muy superficial. Y tengo claro que no tienes que perder nunca tu centro. En este sentido, recuerdo una frase, también de Leona di Marco, que decía: «Debemos esforzarnos para recordar que no somos especiales».

-Efectivamente, es un trabajo con altibajos…

-Es una carrera de fondo.. Por eso, yo reivindico la formación constante; un músico ensaya sus horas de partitura; un bailarín hace lo mismo; en los actores y actrices debe ser lo mismo. En mi caso, he pasado épocas en que la salud ha ido por detrás del compromiso, y hay un punto que tienes que aprender a equilibrarlo. Tengo que confesar que soy muy perfeccionista, y a veces es un aprendizaje que he tenido que limar bastante. Soy muy perfeccionista sobre todo conmigo misma, pero también con los demás. Esto, por un lado, tiene el peligro de que hacia uno mismo la autocorrección te puede bloquear, porque no te permite el error, no arriesgas por miedo de no fallar. Lo inesperado es más imperfecto, pero es más maravilloso. Y con relación a los demás, la exigencia hacia ellos también me hacía en determinados momentos ser demasiado dura. Es algo que estoy corrigiendo en los dos niveles. En todo caso, yo creo que en nuestro trabajo debe haber una parte de artista, tienes que poder crear un mundo, una historia, una fantasía, un concepto especial para dar valor a la figura del actor y la actriz. No hay que dejarse deslumbrar. Lo importante es saber qué historia contamos y al servicio de qué estamos.

-¿Una actriz aquí se puede ganar la vida como tal sin salir de Mallorca?

-Tengo amigos que viven económicamente de su trabajo sólo en las Islas. Creo que es una minoría, pero en el resto del Estado pasa lo mismo. También creo que desde el punto de vista humano y artístico, es muy enriquecedor salir, sea al principio, en medio o al final de tu carrera, es decir, de manera interrumpida. Son elecciones personales. En todo caso, es verdad que aquí se ha tenido (o hemos tenido los profesionales de las Islas) la concepción de que todo lo que viene de fuera es mejor que lo que tenemos aquí; hemos pecado un poco de provincianismo artísticamente. Debemos saber hacer autocrítica, pero también debemos saber valorarnos. Por otro lado, es verdad que vivir artísticamente dentro de una isla tiene también sus limitaciones, pero también las tiene vivir en Barcelona, ​​Madrid o Berlín. En definitiva, no debemos pensar que aquí todo es malo ni tampoco que aquí lo tenemos todo.

-¿Cómo fue su llegada a Madrid?

-Fue porque el jefe de Producción de series aquí, tipo ‘Llàgrima de sang’, se decidió a crear la propia empresa de representación de actores, y yo acepté estar. Al cabo de cuatro años, fui a un primer casting en Madrid, no salió, pero tres meses después el director que hacía ‘La sonata del silencio’, que me había visto trabajando, me hizo una prueba, que fue bien. Esto fue en octubre de 2015. Fue en una serie de prime time en Televisión Española como hija de Eduardo Noriega. Era como un «ohhh». Pero tenemos que volver a lo que decía antes de no perder tu centro: yo sé de dónde vengo, qué profesionales hay aquí. Haber participado en aquella serie no me hace ni mejor ni peor actriz: forma parte de un proceso largo. Tengo 34 años y hace muchos que estoy en este mundo.

-¿Cuál es la importancia de IB3 para el colectivo de actores y actrices de las Islas?

-Nunca me había propuesto hacer televisión, y fue cuando había terminado la carrera en el Institut del Teatre de Barcelona que me llamaron para hacer ‘Llàgrima de Sang’. Por lo tanto, para mí IB3 y Nova Televisió (con la producción de esta serie) son los que me abrieron la puerta al audiovisual en mi vida. Todo el bagaje adquirido aquí te ayuda mucho y te da una ventaja importante en términos de experiencia y también económicamente.

¿Cómo ve Marratxí a día de hoy?

-Creo que la dificultad que tenemos y hemos tenido siempre en Marratxí es el hecho de que hay muchos núcleos de población distintos y dispersos. Esto hace que cueste mucho crear una sinergia entre estos núcleos. Hay muchas posibilidades, y se ha de encontrar el equilibrio entre la genuinidad de cada uno y el hecho de crecer juntos. Sea como sea, pasamos una época absolutamente oscura donde la única prioridad fue la construcción y el cemento. En positivo, diré que hace medio año pude actuar en Marratxí por primera vez, con la obra ‘Matrimonio de Boston’, dentro de la programación de «Cultura a la Fresca». Y deseo que el proyecto de Sa Farinera se desarrolle como un proyecto artístico de fondo y a largo plazo; priorizando el contenido del proyecto, más allá del espacio en sí. Los ciudadanos de las Islas hemos acumulado la decepción de demasiado cemento teatral, que luego ha dejado huérfano el presupuesto para dar vida artística y contenido a estos espacios.