Desde muy pequeña Lila Thomàs ya tomó conciencia de las desigualdades de género. Cuando empezó a cuestionarse por qué ella y sus seis hermanas tenían que hacer los trabajos domésticos, mientras que sus cuatro hermanos no. Unos años después, vio como sus padres cumplían con la tradición de pagar los estudios superiores solo a los hijos.
“La mejor carrera para las chicas, entonces, era casarse y tener hijos”, sentencia. Ella aún tuvo suerte, asegura. Porque sus padres le dejaron ponerse a trabajar a los 16 años para poder continuar estudiando. Trabajaba por las mañanas y por las tardes iba a clase. Así, con esfuerzo y dedicación, acabó licenciándose en Lengua y Filología Catalana en 1978.
Entonces empezó su activismo en la vida pública. “Soy soberanista, de izquierdas y feminista”, explica, “siempre he sido una mujer comprometida con mis ideas y de trabajar para transformar esta sociedad”.
Sus inquietudes la llevaron a tener una larga trayectoria política: fue responsable del Partido Comunista en Palma, regidora en el Ayuntamiento de Palma con Esquerra Unida-Los Verdes, diputada de Esquerra Unida en el Parlamento de las Islas Baleares, secretaria general de la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras. Su último cargo público fue el de directora del Instituto Balear de la Mujer.
Toda esta actividad la combinó con su profesión de maestra durante diferentes etapas de su vida. A los 60 años se jubiló, pero no del todo. Ahora, a los 71, todavía asegura que no será nunca una jubilada de sofá, porque lleva el feminismo y el activismo en el ADN: colabora con las Fundaciones Darder Mascaró, es presidenta de la Obra Cultural de Marratxí, y miembro de Més per Mallorca. “No he dejado ni dejaré nunca la lucha por los cambios y por la transformación”.
Desde que a los veinte años comenzó en el activismo político, ha trabajado para transformar la sociedad. ¿En qué sentido?
Yo creo que nuestra sociedad es una sociedad profundamente injusta, profundamente patriarcal y profundamente insolidaria. Siempre, desde joven, he pensado que tenemos que hacer todo lo posible para transformarla. Para conseguir más justicia, más igualdad, más responsabilidad de las personas. Tenemos que vencer el individualismo y valorar el trabajo colectivo porque es mucho más enriquecedor. El problema es que esto entra en colisión rápidamente con el patriarcado, la mentalidad de que las mujeres seamos solo mujeres para el placer de los hombres. Veo muchas cosas todavía en contra que me motivan a continuar. No puedo quedarme en el sofá pensando que ya he cumplido, creo que siempre tenemos que estar en la batalla.
¿Cómo ha visto la evolución de la mujer desde que usted era pequeña?
Sí que se ha avanzado, lo tenemos que decir. Ahora te sorprende ver cualquier mesa redonda donde solo haya hombres. A finales del franquismo las mujeres eran amas de casa y dependían de su hombre económicamente, con lo cual estaban atadas a la hora de plantear cambios en las relaciones o en como educar los hijos. Ellos, los hombres, eran los dominadores. Afortunadamente, se ha ganado en muchos aspectos de igualdad. Al conseguir acceder al trabajo, además, las relaciones humanas han cambiado. En las parejas, por ejemplo, se ha avanzado mucho hacia la corresponsabilidad. También se ve mucha más sensibilización hacia el feminismo. Solo tienes que ver cómo se trata este tema en las aulas de los institutos, o la cantidad de gente joven que va a las manifestaciones del 25N, el Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer.
¿Qué queda por hacer?
A pesar de que hemos avanzado, no hemos logrado la igualdad real en todos los aspectos. Queda mucho camino por hacer en terrenos como en la dirección de las empresas o en la dirección política. Y también en la vida cotidiana, donde en muchos aspectos no hay igualdad. Hace falta un cambio de mentalidad del machismo. Tenemos que continuar porque todavía hay demasiadas reticencias, demasiadas actitudes homófobas.
¿Cómo ve el papel de la mujer de aquí a 10 años?
Confío mucho en la gente joven que ha hecho que el movimiento feminista esté tan activo. Hacía mucho tiempo que no se veían estas manifestaciones y estas acciones tan positivas. De aquí a 10 años habremos avanzado un poco más, pero todavía quedará camino.
Parece que hoy en día las mujeres tienen que ser unas supermujeres
Sí, tienen que ser buenas profesionales, buenas amas de casa, buenas madres, buenas cuidadoras de las personas mayores. En nuestras espaldas todavía recae más responsabilidad que en la de los hombres. Falta más corresponsabilidad. Continúa habiendo una sobrecarga en las mujeres que tenemos que ser capaces de sobrellevar y capaces de reivindicar que los hombres la compartan más. Y en todos los ámbitos: desde la atención a niños y personas mayores hasta el ámbito político. Los diputados tienen que respetar a las diputadas como tales. Y no siempre pasa, lo hemos podido ver recientemente en el Congreso de los Diputados con los ataques personales a la ministra Irene Montero.
¿Cómo interpreta la polémica desatada en la escuela La Salle de Palma y los ataques recibidos por una profesora de catalán por pedir que se retirara una bandera de España de una clase?
Lo he visto como una exageración, una carencia de respeto hacia la figura de la profesora. Nosotros tenemos que respetar a los alumnos, y ellos a nosotros. Primero se ha exagerado porque la bandera es un símbolo que lo han cogido para un deporte, que más que un deporte es un negocio. Es normal que la profesora defendiera el acuerdo del claustro. Lo que me preocupa es la reacción de algunos padres tan furibunda en las redes sociales ante la decisión de expulsar los alumnos. Se nota que hemos avanzado por las muestras de apoyo que ha recibido la docente, pero es importante aislar a los agresivos que amenazan de este modo.
Hoy en día, los comportamientos agresivos no son un hecho aislado…
Siempre digo que falta educación, faltan valores. Y no solo en la etapa educativa sino también valores entre personas adultas. Siempre que el feminismo empuja, hay reacciones machistas. No podemos bajar la guardia.
¿Cómo ve el lenguaje y los valores que se transmiten desde las redes sociales?
Las redes han tenido muchas ventajas, pero también han comportado muchas dificultades. El culto a la propia imagen, los selfies que están por todas partes en Instagram y TikTok. Esto acaba comportando graves problemas de salud mental y de trastornos alimentarios. A los jóvenes se les está inculcando que su primer objetivo es que sean consumidores, y no se les dan suficientes ideas para contrarrestarlo. La educación no tiene que ser solo desde la escuela, también desde las familias. Veo mucha gente joven concienciada, pero a la vez las estadísticas de agresividad y violencia machista que llega a los juzgados cada vez se produce en franjas más bajas.
¿Cómo tendría que ser la educación en las familias y en las escuelas?
Es necesario educar a los jóvenes en el respeto mutuo. Porque las relaciones afectivas tienen que estar basadas en esto. Muchos jóvenes dicen a su pareja: “yo no te obligo, pero te querré más si haces esto”, o “a mí me gustarías más si hicieras esto otro…”. Es una manera de dominar que la otra persona no capta directamente, pero que está presente.
¿Qué acciones cree que se tendrían que poner en marcha para avanzar?
No me atrevo a dar muchas ideas porque reconozco las dificultades que tienen las personas que están al frente. Pero hay que hacer un esfuerzo mayor desde las administraciones públicas de valorar lo colectivo, de transmitir valores en positivo y de elaborar anuncios y campañas de valorar en positivo, de igualdad, de corresponsabilidad, antifascismo, antirracismo… Y también más inversión en formadores y en formar personas adultas, no solo en las etapas educativas obligatorias. Cuanto más formes a la ciudadanía, más respeto habrá y más valores en democracia: respeto, libertad, derechos, diversidad, pluralidad…
¿Cómo ve la sociedad actual?
Hoy en día se valoran cosas que encuentro absurdas. Hay una valoración excesiva del ego y de la figura de la persona. Prima la inmediatez, todo se tiene que hacer en el momento, y esto es un problema porque no da tiempo a reflexionar, y demasiadas veces los errores se pagan caros.
¿Cómo es Lila Thomàs?
Como persona siempre he intentado ser lo más honesta y generosa posible. Cuando me preguntan, yo siempre digo que soy docente. El hecho de ser personaje público ha sido provisional y temporal. Estas personas que viven la política como una profesión no es cierto. Yo fui regidora, diputada y finalmente llevé la dirección del Instituto Balear de la Mujer. Pero todo fue temporal. La lástima fue que esta etapa de gestión en el Instituto de la Mujer coincidió con la crisis de 2008 y tuvimos que ser muy austeros en la gestión pública, no pude hacer tantas cosas como me hubiera gustado. Los cargos electos te dan mucha responsabilidad, porque formas parte de una lista, y tú tienes que responder a esta responsabilidad.
Usted vino a vivir en Marratxí en 1979, y asegura que de aquí ya no la mueven…
Me arraigué desde el principio. Nosotros vivíamos en Palma y vinimos a vivir aquí en la casa familiar de mi pareja. Era muy diferente de ahora. Era un núcleo más tradicional: aquí tenías la carnicería, la tienda de ultramarinos, la papelería… Ahora ha cambiado mucho, pero todavía hay gente y comercios tradicionales. La gran ventaja de los que vivimos en el Pont d’Inca es el transporte público. Yo iba en tren al instituto de Inca, y el autobús de la EMT ha acabado siempre en el Pont d’Inca. Esto ha sido muy favorecedor. Tenemos de todo, y estamos muy bien conectados gracias al transporte público.
¿Piensa en la jubilación?
No he entendido nunca eso de retirarse. En todas las etapas de la vida he conocido situaciones en las cuales la gente se ha retirado porque se ha sentido quemada. Yo no, yo siempre me he implicado pasara lo que pasara. Ante alguna situación que te defrauda, si tienes una determinada manera de ser, lo razonas, y también te pones tú en perspectiva, porque no siempre la culpa es de los otros, y continúas adelante. Desde que me jubilé, no siento que esté en casa sin hacer nada, continúo porque es una manera de vivir. Es verdad que ahora ya no estoy en primera línea porque hay gente joven que está delante, pero siempre que me necesitan estoy. Nunca he entendido eso de la gente que se queda en el sofá.